Mi madre aguarda en su diluvio sin manzana,
ella
está descalza
y
el resto del reloj
arrastra
los ojos
de lado a lado.
Puertas a medio cerrar que algún día
llegará a la crisálida.
La noche se vierte en el fondo hueco
donde se abre la herida en su camino
a la casa que gira sin llegar al pan,
pero para nosotros no será necesario,
caeremos de las imágenes arrojados,
expulsados de la manzana,
lejos de los ojos de mi madre,
y tras esa huida el puerto sin fin
de dedos,
y mi madre avanzando hacia la
manzana
en su habitación paralizada,
ella nunca puede estar cansada,
ella siempre cambiará las palabras por inquietud.
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