Opiáceas dimensiones del pensamiento
que nos sitúa en el centro de la espiral de seda,
jugando a atrapar el sol del presente,
en su vórtice, cien mil mañanas desplegadas
nos contemplan a los pies de un estanque,
sin miedo y sin futuro.
Mi voz adormecida entre la espuma inquieta,
entre esa sombra blanca y lenta de transparencias,
allí permanezco un tiempo,
al capricho de las horas transmutables,
desentumeciendo la mirada
para contemplar el vacío
en el centro-de-respuestas del estanque,
en ese arrollo verde de melódico silencio,
dónde sólo la amapola me aguarda
sin ese dolor de oscuridad.
Bruñidos ópalos que ascienden
como burbujas de alegría inquieta
en ayuda mutua-mutua del horizonte,
bajo los párpados el mundo huye asustado
de las cosas y los pájaros incesantes del cristal
golpean los segundos demediados,
el universo se ha reducido para mí tranquilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario