miércoles, 25 de mayo de 2016

Los Gigantes de Potsdam (Carlos de la Cruz)


LOS GIGANTES DE POTSDAM 
Carlos de la Cruz

  Recientemente se ha editado en la editorial de ZooGráfico, el libro de Carlos de la Cruz, “Los Gigantes de Potsdam”, a mi juicio, no sólo es un libro relevante, es un libro imprescindible. Pero "Los Gigantes de Potsdam", no sólo es un libro, no es sólo poesía, también es un hermoso objeto en sí, con una encuadernación exquisita que roza y atraviesa el objeto artístico. El libro como objeto objetivo de la palabra, que también atraviesa la palabra y la voz. Lo que quiero decir es que “Los Gigantes de Potsdam”, no es sólo un libro, es también un arma, es también una puerta, un viaje, una anunciación, un aullido, es cosa de gigantes.
 Quiero dejar como pequeña muestra estos tres poemas nada pequeños.







LLEGAN DE TODAS PARTES


Llegan de todas partes,
torcidos
hermosos
salvajes.
Llegan de todas partes:
desnudos
descalzos
despiertos
hermosos
torcidos y salvajes.

Muchachos rubios como la ceniza
tiemblan sobre la línea como tiembla la cebada
cuando jalamos la cuerda
que sostiene el agua cerca del río.
Traen ojos arrasados por el arado de la ternura
el miedo barro, la madre lejos,
los hermanos se hacen pequeños
sentados sobre la rama del nogal que plantó padre junto al gallinero
cuando compró la casa hace 28 años.

Vienen de todas partes
recién planchados
limpios y rubios
brotes de leche
gigantes de barro.




TODOS ELLOS 
(Billy Childish tenía un hermoso bigote debajo del sombrero)


Hablan del éxito
de chicas disponibles
bebiendo vino blanco al final de la barra
de chicos que transpiran sexo en las primeras filas
y detrás de la puerta del baño.

Escriben sus nombres en las paredes
como si fueran objetos espinosos
alados
primitivos
sagrados.

Aúllan consignas contra el sistema
y pelean sin descanso contra las sombras
la injusticia
el hambre
la policía
descargan sus puños y los poemas
con rabia misionera.

Hablan del amor y parece
que fuera algo que ellos han inventado
una flor con los pétalos recortados por la cuchilla desafilada
de los primeros rayos de sol de la mañana.

Luego llegan los amigos y los conocidos
agitando las sonajas, las luces y las cervezas
los libros subrayados con las esquinas marcadas
los cuchillos de caza, la bandera del amor
el vellocino de oro para las noches de invierno.

Hablan del éxito fuman beben mean
fuera del tiesto
se abrazan
el mundo es un lugar hermoso cuando no estás solo.
Regresan a casa, escupen sobre la cena
encienden el ordenador
no saben llorar, no saben amar
no saben escribir otra cosa
que su nombre en las paredes.
Todos hablan del mismo dios
y se ponen furiosos
cuando apartas la mirada.




CANCIÓN DE PALENQUE Y POTRO DESBOCADO


Nadie nos observa
la tierra con su curva equivocada             
la sangre tensa como un hilo de gaviotas
los caballos bizcos patean sobre el encerado
el nervio cosido a la carne
el aliento.
La sangre no tiene ojos
nadie puede escucharnos.

Sobre el palenque
somos extraños
enemigos de muchos años
condenados a respirar la misma aire
obligados a escuchar la misma canción
beber del mismo vaso
heridos
cubiertos de limo y nata
masticando los tendones
el uno del otro
cosidos a la carne por el espolón
la escudilla del aliento.

Torres sin entrada
puertas o ventanas
esquivando las tuercas de la máquina
círculos concéntricos alrededor de la almohada
hueso y cuchara.
El que tenga ojos que oiga,
el que tenga orejas que mire
cómo patea el potro y sangra
leche
la cornada.

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